La capital ucraniana sufrió en la madrugada del jueves uno de los bombardeos más intensos de los últimos meses, con drones y misiles que impactaron zonas residenciales y edificios diplomáticos. Entre las víctimas hay tres menores, y la comunidad internacional condena el ataque.
En la madrugada del jueves 28 de agosto, Kiev fue blanco de un ataque coordinado con drones y misiles por parte de las fuerzas rusas, que dejó al menos 18 personas fallecidas, entre ellas tres menores de edad, y más de 50 heridos. Las explosiones dañaron gravemente varios edificios, incluido el que alberga la delegación de la Unión Europea en la capital ucraniana, lo que ha generado una ola de condenas internacionales.
El ministro británico de Exteriores, David Lammy, convocó al embajador ruso en Londres para exigir explicaciones por el ataque, que también afectó al edificio del British Council. Mientras tanto, las autoridades ucranianas informaron que las defensas aéreas lograron interceptar parte de los proyectiles, aunque no pudieron evitar la destrucción en varios barrios residenciales.
En el frente de batalla, las fuerzas rusas intentan avanzar en la región de Dnipropetrovsk, donde han capturado pequeñas áreas estratégicas. Moscú busca presionar a Kiev para obtener concesiones territoriales, pero se enfrenta a una fuerte resistencia de las tropas ucranianas, que han impedido un avance mayor. Analistas militares advierten que la ofensiva podría intensificarse en las próximas semanas.
El secretario general de la ONU, António Guterres, calificó las consecuencias humanitarias de la guerra como “resultado de decisiones deliberadas que desafían la humanidad más básica” y recordó que Israel, como potencia ocupante en otro conflicto paralelo, tiene obligaciones claras bajo el derecho internacional. En el caso de Ucrania, reiteró el llamado a un alto el fuego inmediato y a retomar las negociaciones para evitar una escalada aún mayor.
